La figura de Mompou, por el alto tono de autoexigencia y de profundización que respira su obra, merece ser admirada especialmente. En los años veinte, cuando Mompou aún no tenía treinta años, su música fue ya calificada por un prestigioso crítico y musicólogo francés de sutil, equilibrada, íntima y esencial, adjetivos éstos que habitualmente van asociados a un periodo de madurez personal y artística. En cierta manera, dichos calificativos revelaban ya a un gran músico, una persona que dedicaría su larga vida a este difícil arte de la música, y que conseguiría crear un lenguaje musical lleno de belleza.
Queremos que esta monografía constituya una aportación para dar a conocer la gran personalidad y la valiosa obra de Frederic Mompou.